“Deformaciones similares a las de embriones humanos”
“Deformaciones similares a las de embriones humanos”
El glifosato produce malformaciones en embriones
anfibios y sus efectos alertan sobre las consecuencias en humanos. Una revista
científica acaba de publicar el trabajo del argentino Andrés Carrasco, que
estudió el efecto del agroquímico.
Por Darío Aranda
“Concentraciones ínfimas de glifosato,
respecto de las usadas en agricultura, son capaces de producir efectos
negativos en la morfología del embrión (anfibio), interfiriendo mecanismos
normales del desarrollo embrionario”, alertó en abril de 2009 el jefe del
Laboratorio de Embriología Molecular de la UBA e investigador principal del Conicet, Andrés
Carrasco. Fue la primera vez que un estudio de laboratorio de Argentina
confirmaba el efecto perjudicial del agroquímico pilar del modelo de
agronegocios. Luego del anuncio, Carrasco fue blanco de una campaña de
desprestigio por parte de las empresas del sector, medios de comunicación y
funcionarios. Aunque el científico aclaró que se trataba de un avance de
investigación, el principal cuestionamiento fue la falta de publicación en una
revista científica, que –según los sostenedores de los agronegocios y buena
parte del mundo académico– sería lo que otorga validez al saber científico. Un
año y medio después de aquella alerta, el lunes último, la revista estadounidense
Chemical Research in Toxicology (Investigación Química en Toxicología) publicó
la investigación de Carrasco, donde se confirma que el glifosato produce
múltiples malformaciones y, con análisis científicos como prueba, advierte:
“Los resultados comprobados en laboratorio son compatibles con malformaciones
observadas en humanos expuestos a glifosato durante el embarazo”.
El Laboratorio de Embriología Molecular cuenta con veinte
años de trabajo en investigaciones académicas, funciona en el ámbito de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos
Aires (UBA) y es un espacio de referencia nacional en el estudio científico,
conformado por doctores en bioquímica, genética y biología. Durante 30 meses
estudió el efecto del glifosato en embriones anfibios y de pollos. “Herbicidas
basados en glifosato producen efectos teratogénicos en vertebrados
interfiriendo en el metabolismo del ácido retinoico”, es el título de la
investigación, que confirma deformidades producidas por el agroquímico en
concentraciones de hasta 5000 veces menos que el producto comercial (500 veces
menos de las utilizadas en agricultura).
Las diez páginas de la revista científica están plagadas de términos técnicos
que, de distinto modo, dan cuenta del efecto negativo del agroquímico: microftalmia
(ojos más pequeños de lo normal), microcefalia (cabezas pequeñas y deformadas),
ciclopía (un sólo ojo, en el medio del rostro, malformación conocida en clínica
médica), malformaciones craneofaciales (deformación de cartílagos faciales y
craneales) y acortamiento del tronco embrionario. Y no descarta que, en etapas
posteriores, se confirmen malformaciones cardíacas.
“Los embriones más gravemente afectados carecen de ojos y fosas nasales (...)
El glifosato interfiere con mecanismos esenciales del desarrollo temprano
conduciendo a malformaciones congénitas”, explica la investigación, publicada
en la revista científica Investigación Química en Toxicología (Chemical
Research in Toxicology), de la Sociedad Americana de Química (ACS, por sus
siglas en inglés, entidad con sede en Estados Unidos, que cuenta con más de
160.000 miembros y es una sociedad científica referente a nivel mundial).
Argentina cuenta en la actualidad con 19 millones de hectáreas de soja
transgénica, el 56 por ciento de la superficie cultivada del país, y 190
millones de litros de glifosato, donde la marca comercial más famosa es el
Roundup, de la compañía Monsanto, que comercializa la semilla de soja
resistente al agroquímico. También producen glifosato las empresas Syngenta,
Atanor, Dupont y Bayer, entre otras. El químico se utiliza en la producción de
arroz, donde también acumula denuncias por sus efectos sanitarios.
El agroquímico tiene la propiedad de permanecer extensos períodos en el
ambiente y viajar largas distancias arrastrado por el viento y el agua. Se
rocía (vía aérea o terrestre) sobre los campos. Lo único que crece en la tierra
rociada es soja transgénica, el resto de los vegetales absorbe el veneno y
muere en pocos días. La publicidad de las empresas clasifica al glifosato como
inofensivo para al hombre.
“El efecto (del glifosato) sobre embriones abre la preocupación acerca de los
casos de malformaciones en humanos observados en poblaciones expuestas en zonas
agrícolas”, remarca la revista científica y explica: “Debido a defectos
craneofaciales observados en seres humanos de zonas agrícolas decidimos
explorar si los genes implicados en el desarrollo de la cabeza son alterados
con el agroquímicos. Confirmamos que tanto la marca comercial como el glifosato
puro producen defectos cefálicos”.
Los resultados experimentales se realizaron en embriones anfibios y de pollos,
modelos tradicionales de estudio en embriología cuando se investigan trastornos
en el desarrollo de vertebrados. “Debido a la conservación de los mecanismos
que regulan el desarrollo embrionario de los vertebrados, los resultados de
ambos modelos (anfibios y pollos) son equivalentes con lo que sucedería con el
desarrollo del embrión humano”, explica el profesor de embriología de la UBA e investigador principal
del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
La revista científica señala que se avanzó en un hecho inédito, de particular
interés para el ámbito científico, que es vincular las malformaciones con la
incidencia del glifosato en el aumento del ácido retinoico (derivado de la
vitamina A, normal en todos los vertebrados y esencial para la regulación
correcta de los genes involucrados en la vida embrionaria). “Pequeñas
variaciones de ácido retinoico producen malformaciones. Nuestro trabajo es la
primera evidencia de que las malformaciones producidas por el glifosato se
asocian con el ácido retinoico”, explicó Carrasco a Página/12.
Luego de detallar hasta el extremo las formas de cómo se realizaron los
análisis, la investigación problematiza los aspectos macro de la problemática
argentina: “El modelo agrícola basado en el paquete tecnológico de OMG
(Organismos Genéticamente Modificados) en la actualidad se aplica sin
evaluación crítica, sin normas rigurosas y sin información adecuada acerca del
impacto de las dosis subletales sobre la salud humana y el medio ambiente”.
La investigación –que lleva la firma de todo el equipo científico de Carrasco–
recuerda que en la última década varios países de América latina iniciaron
estudios sobre las consecuencias ambientales del uso de herbicidas y pesticidas
y destaca que en Paraguay un estudio epidemiológico en mujeres expuestas
durante el embarazo a los herbicidas confirmó 52 casos de malformaciones.
También remarca que Argentina cuenta con antecedentes que debieran haber
llamado la atención de los organismos de control. Destaca el aumento en la
incidencia de malformaciones congénitas informado desde hace cinco años por el
bioquímico y jefe del Laboratorio de Biología Molecular de la Universidad Nacional
del Nordeste, Horacio Lucero, y la situación del barrio cordobés Ituzaingó
Anexo (rodeado de soja y donde se detectaron casos de malformaciones y
repetidos abortos espontáneos).
“Estos hallazgos se concentran en familias que viven a escasos metros de donde
regularmente se rocían los herbicidas. Toda esta información es extremadamente
preocupante por riesgo de inducir alteraciones en la gestación humana”,
confirma la publicación internacional, recuerda que la literatura científica ya
comprobó que los factores ambientales inciden durante el embarazado y, sobre
todo, remarca que “la placenta humana ha demostrado ser permeable al
glifosato”.
El trabajo del Laboratorio de Embriología de la UBA hace especial hincapié en el “principio
precautorio”, legislado en la
Ley Nacional del Ambiente, que insta a tomar medidas
protectoras toda vez que existan posibilidades de perjuicio ambiental y
sanitario. La investigación de Carrasco, que aporta nuevos elementos de prueba,
cuestiona que “a pesar de todas las pruebas reportadas en la literatura
científica y las observaciones clínicas en el campo, no se ha activado el
principio de precaución con el fin de darse cuenta de la profundidad del
impacto sobre la salud humana producida por herbicidas en la agricultura
basados en OGM”.
Andrés Carrasco insistió en que su publicación científica es, junto a otros
estudios ya realizados, “un alerta que reclama la aplicación del principio
precautorio en todo el país” y adelantó a Página/12 que puso su investigación a
disposición de las autoridades del Conicet y de los ministros de Salud (Juan
Manzur) y Ciencia (Lino Barañao). “Esta investigación, junto con otras ya
existentes, deben invitar de forma urgente a un debate abierto a la sociedad
con las máximas autoridades –-reclamó–. Es necesario terminar con el silencio,
ya que la peor de las situaciones es la negación de lo que está sucediendo en
las poblaciones sometidas al impacto de los agroquímicos.”